miércoles, 13 de febrero de 2013

Carnaval y Educación

 Foro Caribe Siglo XXI
 (publicado el 12 de febrero en la página Editorial del Diario El Heraldo de Barranquilla) 


 De espaldas a la tradición de Momo

Por:  Jairo Soto Hernández
Docente Universidad del Atlántico
Muy a pesar de que el Carnaval es el más importante ordenador de la vida de la ciudad –no únicamente desde lo estético sino también desde lo social– que en él se mantienen danzas de gran tradición familiar, importantes manifestaciones musicales del Caribe y cientos de disfraces de los cuales estudiantes, docentes y padres de familia forman parte, el Carnaval está ausente en la mayoría de las instituciones educativas e involucrar sus contenidos al currículo pareciera una práctica extraña, quizá porque nos acostumbramos a verlo sólo como diversión, desorden, ron, música y verbena o porque el concepto de educación que se tiene no supera el ámbito rígido de las cuatro paredes del aula de clase. Si existen estas fortalezas creativas ¿por qué la sociedad en general y la escuela en particular le siguen dando la espalda al Carnaval como referente pedagógico para construir ciudad y ciudadanía y como elemento generador de sana convivencia en Barranquilla? El reto es asumir al Carnaval como un laboratorio pedagógico para la formulación de propuestas que aborden y asuman la realidad como contenedora de educación desde una perspectiva múltiple y diversa, que abra a los niños, niñas y jóvenes, la posibilidad no sólo de disfrutar la fiesta, sino de poder conocerla, respetarla y valorarla, al tiempo que se forman como ciudadanos de manera integral.


Y después de las fiestas ¿qué..?
  Por: Víctor Herrera Michel

Fue aleccionador asistir al primer Encuentro Nacional de Experiencias de Carnaval y Educación que se realizó recientemente en Barranquilla. Pues allí se expusieron vivencias de varias instituciones de educación –incluso de Bogotá– sobre este proceso cultural reconocido por la Unesco en función de la labor académica. Pero lo más importante es que pudimos comprender que el Carnaval no se puede limitar a los 4 días de cada principio de año y como antesala a la Semana Santa. Debe trascender y entonces como sociedad nos deberíamos preguntar: ¿Qué nos queda después de pasadas las fiestas? Sería muy triste y lamentable que solo resultaran guayabos, deudas, embarazos no deseados, delitos de todo tipo, abusos sexuales y maltrato intrafamiliar, entre otros. Es hora de saber qué papel juega el Carnaval –como elemento de integración social de mayor reconocimiento y significación en la ciudad– dentro de la construcción de ciudadanía de nuestras nuevas generaciones. Sobre todo porque es mucho lo que pudiera aportar en el currículo escolar en materias como historia, geografía, cultura, música, folclor, danzas, artes plásticas o filosofía. Y en la práctica de algunas de sus danzas puede formar valores como el sentido de pertenencia, la apropiación de lo nuestro, elevación de la autoestima, trabajo en equipo, relaciones interpersonales, tolerancia, respeto, etc.

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