jueves, 29 de noviembre de 2012

Los ciudadanos no nacen se forman



La escuela, segunda institución socializadora después de la familia, juega un papel fundamental en la construcción de ciudadanía; en razón de ser la única institución que posee un amplio alcance en la mayor parte de sectores de la sociedad, siendo entonces el medio ideal para generar aprendizajes básicos para la convivencia pacífica y democrática, para lo cual se hace necesario poder contar con escuelas en donde se evidencien verdaderas prácticas ciudadanas.

La escuela como una organización social compleja, se debe posicionar como una entidad democrática y participativa, desde donde salgan propuestas como respuestas a las muchas problemáticas de la escuela misma y del contexto más próximo de ella, es decir la comunidad en donde está inserta.

Los docentes tienen el deber de pedagogizar la convivencia, la democracia, la participación, la diversidad, haciéndolas objeto de su reflexión: ¿cómo se enseñan y se aprenden? De igual forma darles un valor pedagógico como proyecto político de una sociedad determinada; pensarlas en el escenario concreto donde las personas viven su cotidianidad.

La formación, tanto en la familia como en la escuela, deben ser la herramienta fundamental para socializar a la persona con un sentido amplio de democracia, por tanto, lo primero que se debe establecer dentro de la familia, es educar al individuo dentro del sentido de responsabilidad hacia él y hacia su entorno (barrio, ciudad, región, país), para que de una manera participativa, solidaria y equitativa asuma sus deberes y derechos dentro de un ambiente de tolerancia y compromiso.

Es innegable como el debilitamiento del papel socializador de la familia afecta el proceso de socialización primaria, lo cual se evidencia con el ingreso cada vez más temprano de la niñez a la escuela, de la disminución del tiempo que los niños comparten con sus padres, en razón de la vinculación de éstos al trabajo, y por último, pero no menos importante la influencia de los medios masivos de la comunicación y la información (radio, televisión, internet, redes sociales, etc.).

Hoy, las prácticas pedagógicas y las acciones educativas no deben limitarse exclusivamente al rígido ámbito de una estructura cerrada de cuatro paredes o una escuela en particular, ellas deben ser un proceso permanente de reflexión-acción pedagógica en todos los escenarios en los que está inmerso el ser humano. Esto significa crear una escuela como ciudad y una ciudad como escuela.

Se busca en última, de asumir a los niños, niñas y jóvenes como ciudadanos, con el mismo convencimiento del educador Julio Adán Hernández  Montealegre (2003), cuando afirma que ellos pueden “(...) romper esquemas, trabajando para demostrar que también cuentan y que con su participación son capaces de apostarle a la esencia, a la historia y a las manifestaciones significativas de su colectividad”, ellos pueden mostrarnos lo que más le falta a la ciudad, nos pueden dar pistas, ideas para las soluciones, no se trata que ellos tengan las capacidades para planificar una ciudad, quizás no tengan las competencias para solucionar todos los errores que hemos cometido los adultos, pero desde la escuela y el Estado podemos darles el protagonismo que les corresponde como ciudadanos y usuarios de la ciudad.

En este sentido retomamos las siguientes reflexiones de Jesús Martín Barbero, cuando afirma que formar ciudadanos significa que la educación tiene que enseñar a leer ciudadanamente el mundo, es decir, ayudar a crear en los jóvenes una mentalidad crítica, cuestionadora, desajustadora de la inercia en que la gente vive, desajustadora del acomodamiento en la riqueza y de la resignación en la pobreza. Es mucho lo que queda por movilizar desde la educación para renovar la cultura política, de manera que la sociedad no busque salvadores, sino que genere sociabilidades para convivir, concertar y respetar las reglas del juego ciudadano.

Llevar la formación ciudadana a la escuela no significa generarle un nuevo espacio en el plan de estudios de la institución, convirtiéndola en una nueva asignatura, pues se corre el riesgo de que los estudiantes asuman sus contenidos académicos como una carga, de tal manera que la incorporación de estos temas como ejes transversales al currículo se revelan como una alternativa viable en procura de conectar la escuela con la realidad social, cultural y económica.

Correo: jairosotohernandez@hotmail.com