Pensar la ciudad
Jairo Soto Hernández
Docente de la Universidad del Atlántico.
Docente de la Universidad del Atlántico.
Próximamente
Barranquilla celebrará el Bicentenario de haber sido erigida en Villa; muy a
pesar de que la ciudad ha tenido otras distinciones y reconocimientos, como
aquel olvidado 7 de octubre de 1857, cuando Barranquilla recibe de la Asamblea
Constituyente del Estado de Bolívar la categoría de ciudad; o aquella también desatendida
efemérides, del 11 de abril de 1905, fecha de creación del departamento del
Atlántico, designando a Barranquilla como su capital, ratificada en 1910 con la
creación definitivamente del departamento. Por último, pero de gran
importancia, la fecha del 17 de agosto de 1993, cuando se eleva a Barranquilla
a la categoría de Distrito Especial, Industrial y Portuario. Sin embargo, esta celebración
del Bicentenario, además de lo festivo, es una valiosa oportunidad para
reflexionar sobre nuestra ciudad, mirándola en el espejo de su historia.
Son
muchas las razones que tenemos para pensar la ciudad y participar activamente
en la búsqueda de soluciones a sus problemas: necesitamos leer sus imaginarios
colectivos y representaciones simbólicas generadoras de sentido de pertenencia,
reflexionar las relaciones que la dinamizan y la complejizan, construir entre
todos la ciudad que queremos, aprender a convivir en ella, soñarla y
proponerla, hacerla objeto de nuestras utopías individuales y colectivas. Esta
celebración debe ser punto de partida para articular las visiones de ciudad de
cada uno de los sectores de la sociedad barranquillera y definir metas a corto,
mediano y largo plazo, en búsqueda de una ciudad más amable, incluyente,
competitiva, ambientalmente sostenible y educadora.
Un gran propósito
Víctor Herrera Michel
Moderador permanente de este espacio de desarrollo periodístico
Moderador permanente de este espacio de desarrollo periodístico
Varios son los propósitos que pudieran mencionarse como objetivo del
Bicentenario de Barranquilla, no solo para celebrar los 200 años –que ya
pasaron– desde su erección en Villa, sino, sobre todo, cómo
proyectarnos a los 200 que ahora comienzan y sobre los cuales sí podemos
influir como sociedad. Aparte de la celebración en su día específico
con espectáculos públicos y privados llenos de artistas, podríamos
esperar la enunciación –por fin– de un plan estratégico o de los planes
maestros de movilidad, portuario o del centro histórico, o de generación
de desarrollo y empleo o de lucha contra la pobreza. Pero creemos que
hay una necesidad apremiante cuya concreción debemos iniciar cuanto
antes a fin de garantizar un mejor futuro. Se trata de una gran
revolución en el tema de la cultura ciudadana. Esta debe comenzar
mediante un propósito colectivo que, basado en los principios y valores
de los barranquilleros, sepa diseñar un derrotero en donde todos
tengamos que desempeñar el papel de educadores: desde los medios de
comunicación, hasta los líderes de los diferentes cultos religiosos,
pasando por profesores, padres de familia y dirigentes de los sectores
público, privado y académico. Se trata en realidad de construir un nuevo
ciudadano, capaz de convivir y progresar mediante el respeto, la
solidaridad y la tolerancia.
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