En la esquina de la carrera Líbano con paseo
Bolívar, frente al antiguo Edificio de Avianca, la brisa decembrina sopla como
en ningún otro lugar de Barranquilla. Los vendedores, que por esta época
aumentan sin control de autoridad alguna, pregonan sus productos, mientras la
gente camina sin prisa. Ya no está el gigantesco anciano vendedor del agua e
coco, ni los fotógrafos dispuestos a capturar en sus viejas cámaras la
evidencia de una visita a Barranquilla, frente a la escultura ecuestre del
Libertador con el fondo del Edificio de la Caja Agraria. Un niño de no más de
12 años me toma del brazo y me pregunta: ¿señor, ya compró el almanaque
Bristol? Se trataba de la edición más reciente del Almanaque Pintoresco de
Bristol, aquel librillo anaranjado de un contenido no mayor a 32 páginas en el
cual se proyectan los pronósticos de los cambios lunares, los signos
zodiacales, chistes, frases célebres entre otras curiosidades.
En segundos la nostalgia me envuelve en su manto,
mientras las imágenes, en blanco y negro y con sonido monofónico, ruedan por mi
mente. - Son mil quinientos, me dijo el niño. Saque un billete de dos mil pesos
y se lo entregue. Muchos almanaques han caído en mi vida, pero menos que la
cantidad de hojas blancas en mi cabellera. Al abrirlo noto que la publicidad
parece congelada en el tiempo, con avisos sencillos de El famoso jabón de Reuter para mantener terso y lozano su cutis; el Agua Florida de Murray y
Lanman, la legitima colonia que dejará fragante todo su cuerpo, y el Tricófero
de Barry garantizando que con unas cuantas gotas diarias su cabello lucirá
brillante y saludable
Mis hijos, Jairo Manuel, Enrique y Mauricio,
quienes me acompañan en el recorrido decembrino por el centro histórico de la
ciudad, no entienden el motivo de tanta emoción, me preguntan de qué se trata,
intrigados al verme pasar y repasar cada una de las 32 páginas de librillo
anaranjado.
Inicio por contarles que este legendario
almanaque fue editado en New Jersey, Estados Unidos, que no ha cambiado
absolutamente en nada, por lo que aún conserva su mismo diseño, color y
presentación adoptado desde 1832, en su portada siempre muestra a Charles
Bristol, creador del almanaque, un médico quien hizo del almanaque una especie
de manual con el cual instruía a sus pacientes de la forma correcta de tomar
los medicamentos; fue tan grande la popularidad del almanaque, que en 1856 la
firma Lanman & Kem -Barclay compró la empresa y adquirió los derechos
exclusivos del manual. A través del tiempo se convirtió en un almanaque que
circuló inicialmente en Norteamérica y con los años en los países
latinoamericanos.
La edición que tengo en las manos enfatiza en
ser calculado para la República de Colombia y en ser una publicación de 181
años ininterrumpidos en el mundo entero. El almanaque pintoresco de Bristol se
ha convertido en símbolo de la sabiduría popular, en él se ilustran los cambios
de la luna, se cuentan chistes, se informa el santo de cada día, además uno que
otro dato curioso.
Mis hijos, nacidos en la época de la Internet,
los Ipad, y otras tecnologías de la información y la comunicación, seguramente
no entenderán mucho la razón de tanto alboroto mío por tan pequeño librillo a
blanco y negro, con chistes flojos y tan poca información, comparada con la
disponible para ellos en el buscador Google; pero me justifican, Porque para
ellos nada es igualable a la alegría de ver y sentir a su papá regodeado en sus
nostalgias juveniles.
E-mail: jairosotohernandez@hotmail.com