La escuela, segunda institución socializadora después de la
familia, juega un papel fundamental en la construcción de ciudadanía; en razón
de ser la única institución que posee un amplio alcance en la mayor parte de
sectores de la sociedad, siendo entonces el medio ideal para generar
aprendizajes básicos para la convivencia pacífica y democrática, para lo cual
se hace necesario poder contar con escuelas en donde se evidencien verdaderas
prácticas ciudadanas.
La escuela como una organización social compleja, se debe
posicionar como una entidad democrática y participativa, desde donde salgan
propuestas como respuestas a las muchas problemáticas de la escuela misma y del
contexto más próximo de ella, es decir la comunidad en donde está inserta.
Los docentes tienen el deber de pedagogizar la convivencia,
la democracia, la participación, la diversidad, haciéndolas objeto de su
reflexión: ¿cómo se enseñan y se aprenden? De igual forma darles un valor pedagógico
como proyecto político de una sociedad determinada; pensarlas en el escenario
concreto donde las personas viven su cotidianidad.
La formación, tanto en la familia como en la escuela, deben
ser la herramienta fundamental para socializar a la persona con un sentido
amplio de democracia, por tanto, lo primero que se debe establecer dentro de la
familia, es educar al individuo dentro del sentido de responsabilidad hacia él
y hacia su entorno (barrio, ciudad, región, país), para que de una manera participativa,
solidaria y equitativa asuma sus deberes y derechos dentro de un ambiente de
tolerancia y compromiso.
Es innegable como el debilitamiento del papel socializador
de la familia afecta el proceso de socialización primaria, lo cual se evidencia
con el ingreso cada vez más temprano de la niñez a la escuela, de la
disminución del tiempo que los niños comparten con sus padres, en razón de la
vinculación de éstos al trabajo, y por último, pero no menos importante la
influencia de los medios masivos de la comunicación y la información (radio,
televisión, internet, redes sociales, etc.).
Hoy, las prácticas pedagógicas y las acciones educativas no
deben limitarse exclusivamente al rígido ámbito de una estructura cerrada de
cuatro paredes o una escuela en particular, ellas deben ser un proceso
permanente de reflexión-acción pedagógica en todos los escenarios en los que
está inmerso el ser humano. Esto significa crear una escuela como ciudad y una
ciudad como escuela.
Se busca en última, de asumir a los niños, niñas y jóvenes
como ciudadanos, con el mismo convencimiento del educador Julio Adán
Hernández Montealegre (2003), cuando
afirma que ellos pueden “(...) romper
esquemas, trabajando para demostrar que también cuentan y que con su
participación son capaces de apostarle a la esencia, a la historia y a las
manifestaciones significativas de su colectividad”, ellos pueden mostrarnos
lo que más le falta a la ciudad, nos pueden dar pistas, ideas para las
soluciones, no se trata que ellos tengan las capacidades para planificar una
ciudad, quizás no tengan las competencias para solucionar todos los errores que
hemos cometido los adultos, pero desde la escuela y el Estado podemos darles el
protagonismo que les corresponde como ciudadanos y usuarios de la ciudad.
En este sentido retomamos las siguientes reflexiones de
Jesús Martín Barbero, cuando afirma que formar ciudadanos significa que la
educación tiene que enseñar a leer ciudadanamente el mundo, es decir, ayudar a
crear en los jóvenes una mentalidad crítica, cuestionadora, desajustadora de la
inercia en que la gente vive, desajustadora del acomodamiento en la riqueza y
de la resignación en la pobreza. Es mucho lo que queda por movilizar desde la
educación para renovar la cultura política, de manera que la sociedad no busque
salvadores, sino que genere sociabilidades para convivir, concertar y respetar
las reglas del juego ciudadano.
Llevar la formación ciudadana a la escuela no significa
generarle un nuevo espacio en el plan de estudios de la institución, convirtiéndola
en una nueva asignatura, pues se corre el riesgo de que los estudiantes asuman
sus contenidos académicos como una carga, de tal manera que la incorporación de
estos temas como ejes transversales al currículo se revelan como una
alternativa viable en procura de conectar la escuela con la realidad social,
cultural y económica.
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jairosotohernandez@hotmail.com